REFERENCIA HISTÓRICA
(En honor a mis amigos del Territorio Indígena de Térraba, quienes luchan por conservar sus costumbres y tradiciones ancestrales)…
«Cuenta la historia que durante muchos años se celebró en San Francisco de Térraba el Juego de la Mula y el Toro. Dejó de practicarse durante casi treinta años en 1962 o en 1963. Hasta esa fecha se jugaba además en Boruca. En Térraba, además del Toro, participaba la Mula.
Es importante destacar que gracias al esfuerzo de Rosalina Carrera Navas y otras personas en Térraba, el Juego ha vuelto a celebrarse cada diciembre en la comunidad. Con esto la comunidad recupera una parte importante de su identidad.
Anteriormente la celebración empezaba a partir del 1 de noviembre con una oración para las Ánimas. Ese mes solo había oración y se tomaba cacao, maduro. En cada casa se hacía un rosario. Había tamales y chicha. Decían los abuelos que “Ya que los muertos no comían que se los comieran los vivientes”.
En 1988, en comunicación personal a Orlando Barrantes, personas de la comunidad de Térraba como Don Laureano Gutiérrez, doña María Eugenia, Doña Margarita Navas, Don Chico Ortiz Navas y Doña Hilaria Rivera recordaron aspectos de esta tradición de la siguiente manera:
“Propiamente el juego iniciaba el 25 de diciembre, pero desde el 12 de diciembre se empezaba, para el Día de la Guadalupana y nos poníamos a alistar los materiales, que eran plumas de aves, cueros de animales como pizotes, cusucos, zainos, manigordos. Se hacían las tajonas, que eran unas varillas con coyundas de cuero de ganado, para dar chilillo.
Las plumas podían ser de pava o pavón. Cuando jugaban se hacían el vestido con un saco de gangoche. Se jugaba hasta el 6 de enero.
En la tarde del 23 se hacía el Toro. Se empezaba el 24 en la tarde. El Toro estaba en la casa del Mayordomo de la iglesia. Se alquilaba un repasto y se iba a dejar el Toro en las afueras del pueblo, ya fuera en la Sabana Grande cerca de Brujo, cerca de la Quebrada Las Cruces o en la Sabana Dibujada. El 24 como a la una de la tarde se iban a traer el Toro. Los Diablos se ponían sacos o plásticos en el cuerpo.
Durante muchos años el mulero era Mamerto Ortiz, alternando con Alejandro Nájera. Otros que siempre jugaban eran Luis Flores, Lencho Salazar, Victorino Navas y Vidal González. Y muchos más.
Don Sotero (Carrera) cuando era joven participó mucho en la costumbre. Era famoso el solar que tenían frente a la casa para que se jugara el Toro y la Mula. Ahí prendía en la noche un fuego para que se pudiera bailar.
Don Mamerto todavía construye las cabezas de la Mula y Gregorio hace máscaras.
En ésa época, el Mayor era José Rojas. En los últimos años uno de nuestros mayores iba solito a jugar el Toro y la Mula a Boruca, pero le pasaba que lo emborrachaban y le robaban el sombrero, el pañuelo, el reloj y hasta el dinero.
Cuando los Diablos llegaban el Mayordomo repicaba las campanas anunciando también el nacimiento del Niño. En las casas se les ofrecía comida. Los Diablos robaban comidas en las casas y los dueños de la casa hacían como que se enojaban, disimulando y los perseguían. El Cajero era el que dirigía el grupo. Se usaban botellas con agua con cacao como perfume, para la Diabla. El Diablo Mayor cuidaba a las Diablitas, que eran tres. Había una que usaba corona de plumas, era la que bailaba y se untaba la cara con achiote y le iba ayudando a otra Diablita que llevaba a u niño en brazos, que era una muñeca. La tercera Diabla más joven nadie la podía tocar, Dios guarde. Todas las cuidaban. Solo el Diablo Mayor la podía tocar, y no bailaba ni tomaba chicha. Era bien portada.
El juego empezaba en la Casa del Progreso, que estaba detrás de la actual escuela y hace muchos años desapareció. Era un rancho grande; ahí se llevaba chicha, que se regalaba. Todo el mundo bebía chicha. La música era una caja, hecha de cuero de zaino y tronco de cedro. El cuero se ponía en las dos partes huecas del tronco, que se amarraban con fuertes coyundas de cuero de vaca bien encebadas; la caja se la colocaba el músico en forma vertical más o menos a la altura del estómago, y la hacía sonar con dos varillas. El sonido era tan fuerte que se llegaba a escuchar hasta en Brujo. El otro instrumento que se usaba era la concertina, tocada por Pedro Nájera, Alejandro y Don Blas. Con esta música se hacía el baile. La chicha la preparaban las mujeres. Si el baile se terminaba se iban para otra casa donde hubiera chicha y ahí seguían bailando, en los patios frente a la casa.
La Mula duraba tres días, cuatro días. El Toro lo amarraban fuera de la comunidad. Usaban el cacho de vaca para llamar al Toro. Lo sonaban y la gente se iba a jugar, con máscaras y tajonas, que se usaban para cuerear al Toro y le daban chilillazos. Los Diablos usaban chácaras y javas, pues se robaban todo lo que encontraran como racimos de plátanos, tamales, bananos, etc. Jugaban frente a las casas. En ese tiempo se usaban las javas para llevar la comida. Recogían los Diablos la ropa tendida que se encontraban y se la ponían al Toro, a los perros les pegaban. Se mataba cerdo y se hacía mucha chicha.
Unos Diablos iban con una manila amarrando al Toro. Otros iban con la Mula. Aquí no se pintaban como en Boruca. Se ponían ropa fea. Correteaban a la gente y la gente se metía al monte.
La Mula salía por un lado y el Toro por otro y luego hacían el encuentro. En el encuentro, el Toro se iba para el panteón y los Diablos por otro, para sacarlo. Unos Diablos, los perros, buscaban la Mula. Era un bullón muy grande, con gritos, que se oía desde muy lejos.
A medianoche dejaban de jugar. Se cantaba el Alba en cada casa, y se repartían panes, bienmesabe, carne frita y chicha. En la puerta de la iglesia los Diablos ayudaban a cantar el rosario. Cuando se dejaba de rezar, se iniciaba el baile en la casa del Mayordomo o del sacristán hasta el día siguiente como a las 7 de la mañana. Se iban a descansar.
El otro rosario se iniciaba a las 7 de la mañana. Cuando terminaba este rosario otra vez los Diablos jugaban todo el día. El baile del 24 de diciembre en la noche era para los invitados, y los Diablos podían bailar únicamente si el Diablo Mayor daba permiso. El baile del 25 empezaba a las seis, durante toda la noche.
El Alba empezaba a las 7 de la noche. Se hacía el Alba como alegría por haber nacido el Niño. Los Diablos molestaban y decían: nosotros venimos a acompañar, nosotros venimos de Inglaterra, y se ponían a arremedar al sacristán. Era tan bonito. Se reunía la juventud. Andaban de casa en casa. Cantaban los pastorcitos con pajarillos. Los niños llevaban carrizos de agua, y sonaban igual que los pajaritos.
Se usaba el acordeón, la guitarra, el violín y la caja. Usaban un tambor grande. Después del 25 se guardaba todo en la casa del Mayordomo. La víspera del 1 de enero lo volvían a jugar. Algunos andaban contratando la carne para distribuirla el día de Los Reyes.
La juramentación de los nuevos jueces se hacía el 2 de enero. El 3 de enero volvían a jugar, y salían de la casa del Juez, donde todavía estaba guardado el Toro. Los Diablos Mayores sacaban el Toro y se lo llevaban al potrero para sacarlo en la tarde. Jugaban hasta el dos de enero. La juramentación de los nuevos jueces era el seis de enero. Se bailaba en la tarde, se volvía a guardar el Toro en la casa del Mayordomo, hasta el otro año”.
Uriel Rojas